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"PADRE NUESTRO..."

LAS SAGRADAS ESCRITURAS

 

LAS SAGRADAS ESCRITURAS

"Y de este modo quien mantiene en sí mismo indeclinable la regla de la verdad, que recibió por el bautismo, conocerá los nombres y las palabras y las parábolas de las Escrituras, y no conocerá la misma cuestión blasfema... Habiendo recibido la Iglesia esta prédica y esta fe, como hemos dicho anteriormente, dispersa por todo el mundo, la guarda como habitando una casa e igualmente cree en ellas, como teniendo una sola alma y un mismo corazón, y correspondientemente las predica y enseña y transmite, como teniendo una sola boca. Pues las lenguas del mundo son diversas, pero el poder de la tradición uno y el mismo". Ireneo, Contra los herejes I 10.

Las Sagradas Escrituras contienen la Palabra de Dios. Dios habla y el hombre escucha. Esto es verdadero. Pero esta frase no expresa suficientemente toda la verdad de la Revelación de Dios a través de las Sagradas Escrituras, porque éstas describen las obras de Dios redentoras del hombre y la humanidad, interpretan estas obras y ofrecen su sentido correcto para los hombres. Las Sagradas Escrituras son la " palabra de Dios " por gracia nuestra. Dios habla y actúa a través de las Sagradas Escrituras; y nosotros no sólo escuchamos, sino que participamos en lo que Dios hace por nosotros.

1. Las obras de Dios redentoras para nosotros, así como su correcta interpretación, se efectúan por nuestra gracia en el Culto. Así lo ha querido Dios. El culto cristiano es incomprensible fuera del ámbito de la Alianza de Dios con nosotros. La Alianza de Dios es un hecho histórico, que a través del Culto, mediante el " recuerdo " se repite y es correctamente interpretado por las Lecturas y el Sermón . La sagrada Eucaristía es el núcleo de este " recuerdo ". Las Lecturas litúrgicas o de otro tipo no aspiran sino a interpretar el sentido de la Liturgia y de los Sacramentos, es decir, de las acciones redentoras de Dios por nosotros en la Eucaristía, el Bautismo, el Matrimonio, el Orden Sacerdotal, etc.

Por tanto, el Culto y las Sagradas Escrituras están indisolublemente unidas. No podemos entender correctamente lo uno sin lo otro. Mientras que con el estudio de las Escrituras fuera del sacramento redentor celebrado en la Liturgia es más posible que la Palabra de Dios se convierta en palabra del hombre. La Palabra de Dios tiene una dirección, de Dios al hombre y la humanidad, mientras que la palabra del hombre lleva una dirección de un hombre a otro. La palabra del hombre es la palabra del mundo y de los filósofos, y es independiente y se prueba por sí misma. La Palabra de Dios no se apoya en el hombre, sino en aquél que da la palabra a los hombres. La Palabra de Dios se apoya en el poder de Dios y no es autónoma ni se prueba por sí misma, como al menos se presenta la palabra del hombre. La palabra del hombre es nuestra propia palabra, mientras que la Palabra de Dios es la Palabra que quiere y da Dios a los hombres. La Palabra de Dios no es lo que somos nosotros, ya sea espiritual, política o socialmente, sino lo que nos llama a ser; es una invitación al arrepentimiento y la transformación . La Palabra de Dios juzga y pone en tela de juicio al hombre. De este modo el hombre entra en comunión con Dios a través de la palabra. Tenemos unión mediante la encarnación del Verbo en la persona de Cristo, que es el camino, la vida, pero también la verdad. El hombre, mediante la Palabra de Dios, no se convierte en la Verdad, pero se acerca o, mejor, comulga y se une con la verdad. Además, la Palabra de Dios no es una verdad para el hombre fuera del tiempo y de la común realidad, sino que es el posicionamiento dentro de la historia y dentro de las circunstancias y necesidades concretas del hombre. La Palabra de Dios, por tanto, se encarna en las circunstancias concretas de los hombres a través de la Iglesia. El hombre acepta o rechaza la palabra. Cuando la rechaza, va a caer bajo otro "señor", porque entonces el hombre pierde su libertad. Cuando la acepta, participa de la verdad. Las Sagradas Escrituras son presentadas por Orígenes como la Palabra de Dios encarnada. De este modo, se aproximan al hombre, no solo como iluminación, sino también como fuerza (" que no en la palabrería consiste el reino de Dios, sino en la eficiencia " Cor. I 4, 20), trae revolución y no sólo paz.

2. La Revelación de Dios se realiza a través de la historia y se desarrolla a partir de un centro por el que es iluminada. Es decir, por la persona y la obra de Jesucristo, toda la historia de la Revelación divina se resume en la experiencia de Dios como aquel principio del mundo y de la historia humana que ama, salva y conduce a la humanidad a su perfección histórica. Y todo ello a pesar de la existencia de lo irracional, del fracaso, de la desesperación, de la perversión y de la aniquilación en la vida de las personas y en la historia de los pueblos. Este contenido redentor funciona sumariamente en la divina Eucaristía. Historia y Eucaristía están indisolublemente enlazadas.

La Revelación de la verdad de Dios no es sólo la visión plena de sentido de la realidad adquirida por la historia frente a la mentira, la corrupción y la muerte, sino también la consciencia de la capacidad de realización de este sentido, venciendo a través de la fe a las fuerzas negativas de la vida. La Revelación es en esencia la creación para el hombre y la humanidad de una nueva posibilidad de vida. Esta posibilidad no tiene sólo el carácter de una victoria sobre los elementos negativos de la vida, por parte de un individuo aislado, completamente independiente de los demás, es decir, completamente independiente de las relaciones humanas, sino que aspira especialmente a estas mismas relaciones y a las situaciones negativas de estas relaciones, para formar una correcta "comunión" de hombres. La revelación es "comunión" a través de la Eucaristía. La nueva visión de Dios en el Antiguo Testamento, la aparición de la personalidad humano-divina de Jesucristo y la obra del Espíritu Santo en la Iglesia no constituyen simples "tipos" pedagógicos, modelos y ejemplos simplemente para enseñar a las generaciones futuras, sino puntos de referencia para nuevas creaciones espirituales, nuevas fuentes de fuerza, para la vida del mundo. Revelación-historia-salvación son sentidos conectados indisolublemente. La salvación de la humanidad en la historia es en el fondo un proceso y labor misteriosos, vivos en el sacramento de la eucaristía, continuación del pasado en el presente. A través del misterio de esta continuidad, el creyente tiene la posibilidad de vivir el hecho inicial de la revelación, ya que los límites entre el pasado y el presente son esencialmente abolidos. Transmisión de la verdad que ha sido revelada significa para el hombre la capacidad de participar y comulgar en la visión de aquella realidad que le hace a uno miembro de la nueva humanidad, de la " nueva creación ". " Que no en la palabrería consiste el reino de Dios, sino en la eficiencia " (Cor. I 4, 20). Para el hombre que ha sido creado " a imagen " de Dios, pero que carga con el peso de debilidades de todo tipo, no es sólo la verdad en sí misma un regalo que Dios le hace. El regalo viene completado en el mantenimiento de la verdad por medio de la tradición, especialmente en la eucarística, al igual que es regalo y don del Espíritu Santo la " asimilación " de la verdad a través de la fe por parte de cada creyente.

Si se tiene en cuenta toda la situación histórica concreta bajo la cual escribió Ireneo, puede decirse que por tradición entiende la facultad de la Iglesia de interpretar como Iglesia el hecho de la revelación o la verdad que se desprende de la revelación, contenidos por los textos sagrados de modo unitario. La verdad es recibida, preservada y predicada o transmitida. La unidad de la Iglesia a través de todo ello es fuerte gracias a la fuerza de la tradición. La autoridad interpretativa de la Iglesia no se halla en tal o cual texto bíblico, sino en la situación que lo creó, lo mantuvo, lo registró y lo reconoció, es decir, en la continuidad de la comunidad eucarística.

Resumiendo todo esto podríamos decir lo siguiente: a) La verdad en la teología tiene por objetivo la realización integral del hombre y de la comunidad humana. b) Mientras el hombre busca la verdad, en realidad es ésta quien sale a su encuentro, no tanto en la dimensión del conocimiento, cuanto en el fondo del carácter complejo de la experiencia histórica, a través de la cual el hombre y la comunidad humana, viviendo la comunión de la Eucaristía, son llevados por este encuentro a la revelación de su propia dimensión "suprahistórica". c) La verdad, como encuentro por el sentido y como camino hacia este sentido, es "tradición", es decir, la vivencia bajo determinadas circunstancias del misterio del amor creacional de Dios, que lleva a la perfección a través de la experiencia del pueblo de Dios en su curso hacia su perfección histórica. Como tal tipo de encuentro por Dios y rumbo hacia Él, la verdad tiene necesidad de ser interpretada.

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