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Parte Α
La personalidad de un atribulado santo, san Juan Crisóstomo

1. Datos biográficos de Crisóstomo

2. Ascenso de Crisóstomo al trono patriarcal de Constantinopla

3. Condena y destierro de Crisóstomo

Parte B
Sacerdocio segun San Juan Crisostomo

La grandeza del sacerdocio según San Juan Crisóstomo

2. Ascenso de Crisóstomo al trono patriarcal de Constantinopla

En concreto, el gobernador de la ciudad, Asterio, engañando a Crisóstomo, le rogó que visitaran las tumbas de los mártires que se encontraban a las afueras de la ciudad, y allí lo esperaban soldados que, contra su voluntad, lo obligaron a subir a un carro y se lo llevaron a la capital a pesar de su reacción en contra (398). Es ordenado por el arzobispo de Alejandría, Teófilo -que se encontraba en aquellos días en la capital- y es nombrado Patriarca de Constantinopla " por común resolución del clero y el pueblo ".

Crisóstomo, aunque no se hallaba aún espiritualmente preparado para tal ministerio, consideró sin embargo que este inesperado suceso era conforme con la voluntad divina, y por ello se entregó a sus nuevos deberes pastorales con celo apostólico y se sometió obedeciendo a la exigencia de las autoridades y a la voz del pueblo, que consideraba la voluntad de Dios.

Su cargo de Patriarca difiere sustancialmente del de presbítero: ahora siente que tiene poder, pero también la misión de luchar, con todas sus fuerzas y con los medios que su puesto le ofrece, tanto por purificar los asuntos relativos a la Iglesia como por reformar la sociedad.

Pero su vida privada no cambió; llevaba una vida sencilla y austera, en continua oración y estudio de las Sagradas Escrituras; también en su nuevo cargo seguía viviendo solo. Y como seguía una severa dieta y evitaba las relaciones sociales, y no aceptaba visitas ni invitaciones a banquetes, dio la impresión de ser una persona insociable. Su apariencia externa no era imponente: era bajo, delgado y enjuto, lleno de arrugas, cabizbajo y melancólico.

Con respecto a la rica y regalada vida de su antecesor, impuso un severo recorte en los gastos para ahorrar dinero con vistas a ofrecerlo para hospitales y otros fines benéficos. De este modo, empezó a vender lujosos muebles y otros objetos, que no necesitaba para sí mismo.

Su modo de afrontar los problemas sociales puso de relieve las excepcionales cualidades de Crisóstomo, y mostró su espíritu combativo y la fortaleza de su alma. No vaciló en enfrentarse a los inmensos y espinosos problemas sociales. Por una parte, la enorme pobreza, la desgracia y la miseria de la mayoría, y por otra el lujo, la opulencia y el derroche de una minoría, hacían más profunda la injusticia entre los hombres y aumentaban la desigualdad social.

Crisóstomo consideró su deber, pero también un imperativo sagrado, luchar en primer lugar por sanear las cuestiones relativas a la Iglesia, que se encontraban en plena decadencia y corrupción.

Así, con profunda fe y plena consciencia de la responsabilidad espiritual de su posición, con prudencia y amor al clero y a su misión en la sociedad, decidió tomar medidas contra: a) los " aprovechados ", es decir, contra los clérigos que se enriquecían gracias al sacerdocio, b) contra los " disolutos y parásitos ", es decir, contra aquellos que llevaban una vida impropia, viviendo una vida mundana, c) contra los " esclavos del vientre ", que llevaban una vida indolente, y d) contra los que vivían " amancebados ". Asimismo, tomó medidas para la purificación moral de las órdenes de las viudas y las diaconisas.

Pedía la castidad de la vida y era implacable ante los sacerdotes, diáconos y monjes indignos, y a los incorregibles los expulsaba definitivamente de las filas del clero.

No vaciló, en su política general de purificación moral, en despedir a trece obispos por simoníacos e indignos, y colocar en su lugar a otros capaces y piadosos. " Si el clero, sal de la tierra, presentaba una vida disoluta, cómo iba a pedir a la grey que llevara una vida santa y en conformidad con Cristo ", decía.

Con las medidas que tomó, elevó el prestigio del clero y restauró el influjo de la Iglesia en la sociedad.

Como él mismo decía, no aborrecía a los que eran controlados, pero odiaba las malas acciones: " así decimos no para infligir daño, sino para corregir, no por odio a los hombres, sino por aborrecimiento de la maldad ".

El control de los que se desviaban se llevaba a cabo no con ira y soberbia, sino con amor e interés por la pureza espiritual. Sus acciones estaban inspiradas por un profundo sentido de la responsabilidad espiritual para con su grey.

Por ello no vaciló en mostrar la misma severidad frente a la vida viciosa y corrupta de los señores, los ricos y los poderosos, sin hacer concesión alguna ni servir ninguna intencionalidad ni interés político. Con franqueza y coraje, pero también con delicadeza , afrontó a los políticos de la clase estatal superior, del poder en general, e incluso al propio palacio.

Su deber de pastor lo conducía a llevar a cabo la obra de la reforma de la sociedad, controlando la situación unas veces con rigor y otras con amor. De este modo, no tardó en entrar en conflicto con la propia emperatriz Eudoxia, a causa de las injusticias por ella cometidas, su avaricia y sus derroches. Condenaba el lujo excesivo, el derroche desmedido y los deleites de la corte, pero también de la clase alta en general, donde veía el exhibicionismo " el polvo sobre las mejillas y los labios pintados, los perfumes, las joyas de oro y perlas, la vestimenta y el calzado extravagantes... " y todas las diversas invenciones de la vanidad humana.

La misma franqueza y osadía mostró frente al poderoso cortesano que era el primer ministro Eutropio, a quien reprendió severamente por sus vicios y avaricia, porque vendía cargos públicos, confiscaba riquezas y, además, quería derogar el derecho de asilo de los templos sagrados. Y sin embargo, cuando cayó en desgracia y perdió su cargo, al pedir humildemente asilo a la Iglesia, Crisóstomo lo protegió denodadamente y pronunció entonces sus discursos " A Eutropio ".

El pueblo apoyaba este proceder de Crisóstomo, su pastor, a quien realmente adoraba. Porque se daba cuenta de que sus medidas conseguían que poco a poco comenzara a imponerse una cierta disciplina en muchos sectores sociales y a limitarse las injusticias sociales que anteriormente se cometían.

Pero, como es bien sabido, cuando hay acción, se produce también reacción. De este modo, la integridad del carácter de Crisóstomo y su inflexibilidad frente a los intereses creados, así como el hecho de no querer ni perseguir la amistad ni el favor de ningún señor laico, todo ello acabó -como, por otra parte, era de esperar- provocando una fuerte y notable reacción de cuantos se sentían molestos por los discursos y las acciones de Crisóstomo. En la capital del Imperio, Crisóstomo no pudo utilizar y aprovechar todas sus cualidades ni sus excepcionales dotes, porque no mostró flexibilidad ni adaptabilidad para con los dirigentes políticos. Y como dice Paladio, " la envidia se apodera de las mentes de los pastores pagados ", y en torno a Crisóstomo se teje una polémica inaudita y malintencionada, que tiene por protagonista al " enloquecido por las riquezas " Teófilo de Alejandría.

Sus adversarios, cuyos vicios cauterizó criticando sus maldades, como la avariciosa, vana y supersticiosa emperatriz Eudoxia junto a las damas de la corte, Marsa, Castricia y Eugrafia, Eutropio, el más importante y poderoso de los dirigentes políticos y muchos otros señores y ricos, se aliaron provocando una fuerte reacción.

A ellos deben añadirse los clérigos y obispos expulsados, cuya forma de vida corrupta había conducido a la depuración por parte de Crisóstomo, y sobre los que decía que " a ninguno apruebo de entre los obispos, salvo a unos pocos ".

Todos ellos cooperaron y conspiraron para eliminar a Crisóstomo. La estima y común aceptación de las que gozó incialmente se convirtieron en un odio terrible contra él, y de este modo comenzó " la tragedia del divino Juan ", como acertadamente caracteriza las tribulaciones de Crisóstomo Isidoro de Pelusio.

Los obispos descontentos (Acacio de Veria, Antíoco de Ptolemaida, Severiano de Gávala y otros) o no, intentaron socavar la integridad moral y la reputación de Crisóstomo, difundiendo a su costa diversas insinuaciones falsas, como que vivía sólo para comer en exceso. Que no ofrecía hospitalidad y no compartía su mesa con otros para tener consigo a sus elegidos, y, lo peor de todo, ¡que recibía a mujeres en la intimidad!, no reconociendo que había llevado una vida de templanza y ascetismo desde los primeros años de su vida, y que había conseguido neutralizar todo deseo carnal. Decían también que no se santiguaba ni rezaba, él, cuya entera vida era una continua oración.

Tales ridículas e infantiles calumnias tramaban las reuniones de obispos, encabezadas por Teófilo de Alejandría, y en el Pseudo Concilio del Roble del 403 condenaron a Crisóstomo in absentia .

Teófilo estaba descontento de Crisóstomo porque en su lugar quería colocar a su protegido Isidoro, y además porque Crisóstomo había acogido a los Hermanos Altos, monjes, a los que aquél perseguía por motivos personales.

Y mientras se hallaba aún en Constantinopla como reo, con el señalado cambio de actitud con respecto a su persona, y en general de la situación de la Iglesia, la Corte aprovechó para actuar en contra de Crisóstomo. De este modo se convocó el llamado Pseudo Concilio, más tarde también llamado Concilio de los Ladrones junto al Roble (403), que basándose en las ridículas y falsas acusaciones referidas presentó los cargos contra Crisóstomo. Éste, presintiendo cuanto había de sobrevenir y advirtiendo que se acercaba el final de su lucha, no desfalleció y, por el contrario, aconsejaba a sus amigos que no perdieran la calma y la fe en Cristo y en la Iglesia.

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