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Parte Α
La personalidad de un atribulado santo, san Juan Crisóstomo

1. Datos biográficos de Crisóstomo

2. Ascenso de Crisóstomo al trono patriarcal de Constantinopla

3. Condena y destierro de Crisóstomo

Parte B
Sacerdocio segun San Juan Crisostomo

La grandeza del sacerdocio según San Juan Crisóstomo

3. Condena y destierro de Crisóstomo

El Pseudo Concilio, en el que triunfaron las crudas pasiones humanas y el odio profundo contra otro obispo absolutamente inocente -a menudo Dios permite que se calumnie y se cometa injusticia contra el justo-, condenó a Crisóstomo in absentia , lo relegó de su cargo y ordenó su destierro. Esta resolución del Pseudo Concilio fue ratificada por el emperador.

Para evitar derramamiento de sangre y otras secuelas por parte de los partidarios de Crisóstomo, fue llevado a escondidas y bajo escolta militar a Bitinia (Preneto). El pueblo, no obstante, su fiel grey, supo de lo ocurrido, y manifestándose alrededor del palacio exigía con insistencia la rehabilitación de Crisóstomo. Siguieron diversos conflictos, con heridos y asesinatos. Entonces, casualmente, tuvo lugar un gran terremoto en Constantinopla que, aparte del desastre general, provocó daños en los aposentos de la emperatriz. La supersticiosa emperatriz atribuyó este suceso a la cólera de Dios, relacionándolo con el destierro de Crisóstomo, y sintiéndose en su fuero interno culpable por su complicidad en el destierro del santo varón, pidió aterrorizada y con insistencia a su esposo, el emperador Arcadio, la rehabilitación de Crisóstomo, que su marido aceptó inmediatamente.

Crisóstomo, sin embargo, exigió que el Concilio resolviera su vuelta, pero tal concilio no llegó nunca a celebrarse, ya que los obispos acababan de partir para sus provincias tras el Pseudo Concilio del Roble. De esta manera, Crisóstomo se vio obligado a obedecer el dictado del emperador, sin que el concilio resolviera su vuelta al trono.

El regreso de Crisóstomo fue triunfal, y el pueblo le reservaba una gloriosa acogida; entonces pronunció una homilía improvisada -obra maestra de arte retórica y belleza- para darles las gracias, en la que elogia y alaba a su grey por la actitud que había mantenido durante la aventura de su exilio y por la devoción que había mostrado para con su persona. Dice al respecto: " ¿Qué puedo hacer para recompesaros dignamente por vuestro amor? Dispuesto estoy a verter mi sangre por vuestra salvación ". De este modo se reconoció y venció la justicia, pero desgraciadamente sólo por poco tiempo. La vuelta y restauración de Crisóstomo al trono era sólo una frágil tregua. Sus enemigos no estaban satisfechos, y entonces se organizaron mejor con vistas a culminar con éxito su empresa.

La ocasión fue propiciada de nuevo por una homilía de Crisóstomo en la cual se quejaba a la emperatriz del ruido que provocaban los actos festivos (competiciones y bailes) celebrados en honor de la emperatriz Eudoxia, cuya estatua de plata fue erigida en el Sagrado Templo de Santa Sofía, frente al palacio de Senado, en el foro central; fiestas que perturbaban la normal celebración del culto y los oficios. En su discurso, Crisóstomo criticó severamente a los que participaban en los actos festivos, y parece que fue muy duro en sus expresiones, con graves insinuaciones contra Eudoxia. El historiador Sócrates, escribiendo al respecto, refiere el comienzo de una homilía atribuida, no sin objeciones, a Crisóstomo: " Herodías está de nuevo poseída, agitada de nuevo, otra vez baila, y pide otra vez la cabeza de Juan sobre una bandeja ".

Eudoxia, y la Corte en general, se sintieron molestos, y enfurecida por las palabras de Crisóstomo pidió a su esposo Arcadio que tomara medidas contra él. Y en efecto, el débil Arcadio convocó un nuevo concilio local en el 404, que condenó una vez más a Crisóstomo con la acusación de " recibir su trono no por resolución de un Concilio mayor, sino por decreto real " simplemente, y lo desterró a Cucuso en Armenia. Desde luego, Crisóstomo hizo esfuerzos por demostrar que su causa era justa y que la condena y el destierro eran fruto del odio personal de los obispos contrarios, de Teófilo y de los cortesanos, y no consecuencia de verdaderas transgresiones.

Pero estos esfuerzos no tuvieron resultado alguno, y el 10 de junio del año 404 fue conducido al exilio.

Crisóstomo fue llevado por la fuerza al lugar de su destierro el 10 de junio del 404. El viaje hasta allí fue no sólo accidentado, sino literalmente torturante, lleno de sufrimientos y desventuras. Camina a pie escoltado por rudos soldados, enfermo, con fiebre y agotado, por caminos abruptos, a través de lugares intransitables y montañosos, unas veces en plena tormenta y otras con un calor insoportable, sobre la naturaleza salvaje de las montañas de Armenia. Pero de nuevo mostró paciencia y resignación en sus tribulaciones, y al mismo tiempo tuvo el coraje de mostrar que no le afectaban los acontecientos personales desapacibles; desde el lugar de su destierro escribió numerosas cartas de las que se conservan unas 242. En ellas escribe a sus amigos las peripecias de su viaje al exilio, y tiene la ocasión de destacar el valor moral de las desventuras, incitando a todos a la vida según Cristo. Cuantos mantuvieron contacto con él y le mostraron su afecto fueron el único consuelo y apoyo que tuvo; sobre ello decía: " es evidente que ofrece un gran consuelo poder compartir las penas con el mundo entero ".

Pero la comunicación mantenida con sus amigos y la correspondencia con ellos molestó a sus enemigos, que tuvieron una cruel reacción procurando, y consiguiendo, que fuera exiliado a una región aun más alejada, la ruinosa Pitiunte, a los pies del Cáucaso, cerca de las costas del Mar Negro.

De este modo comienza un nuevo viaje para Crisóstomo, peor y aún más difícil que el anterior, a través de parajes inhóspitos y peligrosos. Tras tres meses de viaje, completamente agotado, llega a Comana, en el Mar Negro, pero las fuerzas corporales, debido al agotamiento producido por la fiebre, lo abandonan ya del todo. Apoyado en los demás es llevado al Sagrado Templo de la ciudadela, San Basilisco, donde, vistiendo una túnica blanca, que le dio el sacerdote del templo, y santiguándose, comulgó por postrera vez, repitiendo su frase habitual: " Gloria a Dios por todas las cosas ", e inmediatamente se dejó caer en brazos del sacerdote y expiró, el 14 de septiembre del año 407.

Murió desterrado y relegado, aproximadamente a los 60 años de edad, de los cuales 6-7 los pasó como asceta, 6 como diácono, 12 como presbítero, 9 años y 7 meses como arzobispo, y 3 años y 3 meses en el exilio.

La deposición de Crisóstomo del trono patriarcal provocó un cisma en la Iglesia por parte de sus partidarios, los llamados "Juanistas", que no reconocían a su sucesor -a pesar de sus continuas recomendaciones de que obedecieran a las nuevas autoridades eclesiásticas y de que preservaran la unidad de la Iglesia-, así como entre la Iglesia de Constantinopla y las Iglesias de Roma, Antioquía y Alejandría. Este cisma entre las Iglesias fue superado después de que éstas aceptaran inscribir en sus dípticos el nombre de Juan, la de Antioquía el 413, la de Constantinopla en época de Ático el 417 y la de Alejandría el 419. Característica del odio contra Crisóstomo es la frase de Cirilo " si incluís a Juan entre los obispos, ¿por qué no incluís a Judas entre los apóstoles? ".

El cisma de los "Juanistas" fue superado con el traslado de las reliquias de Crisóstomo a Constantinopla, en época de Proclo, el 438.

El traslado de las reliquias (celebrado el 27 de enero) desde Comana fue acompañado por una carta -orden- del emperador Teodosio II, hijo de Arcadio y Eudoxia, que decía: " Al Patriarca Universal, Maestro y Padre Espiritual Juan Crisóstomo, el rey Teodosio. Creyendo que tu cuerpo está muerto como el de los demás, reverendo Padre, es nuestro deseo trasladarlo y traerlo hacia nosotros. En lo que con justicia deseamos hemos fracasado. Pero tú, reverendísimo Padre, perdónanos a nosotros, arrepentidos, tú que siempre has enseñado a todos el arrepentimiento. Y llena de alegría el corazón de todos tus devotos con tu presencia ".

Multitudinaria fue la acogida de sus reliquias: juntos el pueblo, el clero y los monjes, con el emperador a la cabeza, los cortesanos, el senado y todos los señores principales, recibieron y reverenciaron con respeto sus reliquias, a las que acompañaron hasta el Sagrado Templo de los Santos Apóstoles. Fueron sin precedente las muestras de honor, amor y profundo respeto por parte de miles de personas para con el jerarca tan injustamente tratado, para el cual se había preparado una majestuosa sepultura, digna de su grandeza.

Su féretro fue abrazado por el propio emperador Teodosio II, que llegó a quitarse la púrpura regia para cubrirlo y, profundamente emocionado, de rodillas, le pidió perdón por la injusticia cometida contra él por sus padres Arcadio y Eudoxia, y le rogó que los perdonara y olvidara el mal que le infligieron.

Su memoria se celebra el 13 de noviembre y el 30 de enero, junto a los otros dos grandes jerarcas, Basilio el Grande y Gregorio el Teólogo.

Y como justamente se ha observado, las fiestas de los santos tienen por objeto que los fieles conozcan a los santos celebrados, su vida y sus hazañas, y que los imiten en su propia vida.

Según Juan Crisóstomo, "fiesta es demostración de las buenas obras, piedad del alma, rectitud del estado". Tal fue la vida terrenal de Juan Crisóstomo, y semejante debe ser la de todo creyente.

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