EL ENCUENTRO DE DOSTOIEVSKI CON EL MISIONERO DE JAPÓN NIKOLAI KASATKIN
Por Mih. K. Makrakis
La conversación de Dostoievski con Kasatkin
Aunque Dostoievski nació en Moscú (30 de octubre de 1821), vivió desde mayo de 1837 en San Petersburgo. Durante el tiempo que residió en esta ciudad cambió muchas veces de domicilio. Su última dirección fue en la calle Kuznetski, cerca de la iglesia Vladimirskaya. En este domicilio, pues, vino a encontrarle un día la invitación de la Sociedad de los Amigos de la Literatura Rusa que lo invitaba a Moscú para que asistiera a la inauguración del busto de Pushkin y a pronunciar un discurso. Era abril-mayo de 1880. Dostoievski estaba entonces escribiendo su último libro, "Los hermanos Karamazov". Y a pesar de que no deseaba interrumpir su obra, su gran amor por Pushkin le hizo finalmente decidirse por el viaje a Moscú.
Partió el 22 de mayo. Su esposa, Ana Grigorievna, que lo acompañó a la estación, le rogó que le escribiera a diario y con todos los detalles. De este modo, salieron de su pluma las cartas que cubren todo el tiempo de sus estancia en Moscú: desde el día siguiente de llegar (23-24 de mayo) hasta el 8 de junio de 1880, es decir, el día que pronunció el discurso sobre Pushkin. Este discurso suyo causó tal impresión que fue caracterizado como un verdadero "acontecimiento histórico". Como él mismo escribe en una carta (13 de junio de 1880), tras su discurso "la gente se deshizo en sollozos y se abrazaban el uno al otro, jurándose entre ellos ser mejores en el futuro".
El encuentro de Dostoievski con Kasatkin tuvo lugar exactamente una semana antes de su discurso sobre Pushkin. Pero la carta a su mujer fue escrita al día siguiente, 2-3 de junio. Y precisamente bastante tarde, a las dos de la madrugada: aunque bastante extensa, sólo al final menciona su encuentro con Kasatkin, al que se refiere como Yaponski (el Japonés), es decir, por el lugar en el que llevaba a cabo su labor como misionero. Citamos aquí el correspondiente fragmento:
"Ayer por la mañana me encontré con los Metropolitas Alexei y Nikolai (el Japonés). Me alegré mucho de conocerlos. Estuve con ellos alrededor de una hora. Hasta que fue anunciada cierta condesa y me marché. Mientras estuve allí, mantuve una sincera conversación con ambos. Me dijeron que mi visita era un honor para ellos y que se alegraban de ella. Han leído mis obras. Y por ello me estiman, porque defiendo a Dios. Cuando estaba a punto de irme, Alexei me bendijo con gran amor y me dio la comunión".
Pero veamos ahora cómo Nikolai Kasatkin (el Japonés) describe por su parte este encuentro con Dostoievski, recordando que esta descripción lleva en su diario la fecha del mismo día del encuentro (1 de junio de 1880). Esa mañana (era domingo) asistió (Kasatkin), según escribe, a la Santa Misa en la iglesia que depende del Monasterio de San Sabas. La oficiaba monseñor Alexei, que ordenó, entre otros, a un diácono para el pueblo de Maikovo en Asia Menor. Tras la Santa Misa, Kasatkin fue, siempre según lo que él mismo escribe, a encontrarse con Trapeznikov, que había prometido hacer una donación para la misión de Japón...
"Al regresar junto a monseñor Alexei -escribe a continuación Kasatkin- encontré allí al célebre escritor Fiodor Dostoievski. Sus convicciones sobre los nihilistas son que muy pronto se convertirán en personas religiosas. Pues ya desde ahora han superado los límites de la economía material y han entrado en la zona moral. Sobre Japón me dijo: Es una raza amarilla. ¿no hay acaso características peculiares en su proselitismo hacia el Cristianismo? Dostoievski tiene una marcada personalidad, es formal, de ojos orgullosos, voz ronca, y padece tos. Parece tuberculoso".
Y termina Kasatkin con la llegada de la condesa...
La cuestión del nihilismo
La conversación de Dostoievski con los Metropolitas Alexei y Nikolai giró inicialmente en torno a la cuestión, candente para la iglesia, de los nihilistas. Una cuestión que parecía provocar especialmente el interés de Kasatkin.
El término "nihilismo" fue por primera vez utilizado por Iván Turgueniev en su novela "Padres e hijos" (1861). Con este término, el autor quiso caracterizar al héroe principal de su novela, Bazarov, que lo negaba todo. A partir, pues, del héroe de Turgueniev, los reaccionarios y liberales burgueses dieron el apelativo de nihilista a los revolucionarios que pertenecían a las filas de Chernishevski. Este ruso radical, en su obra "¿Qué debemos hacer?", sostenía que sólo la violencia revolucionaria podía abrir el camino a una nueva vida. Así, este nuevo grupo radical se separó del grupo de los antiguos socialistas utópicos, partidarios de Petrashevski, que habían aparecido en la década de 1840 y creían en un cambio social por medios pacíficos.
El enfrentamiento entre estos dos grupos fue mortal. El propio Dostoievski escribió en su revista "Época" un artículo sobre este enfrentamiento que llamó "Cisma ( Raskol ) dentro de los nihilistas". Y de este nombre (Raskol) dio también nombre al héroe central, Raskolnikov, de "Crimen y Castigo" (1866). Raskolnikov, en contraposición con el socialista utópico Lebeziatnikov, es en el libro, según Joseph Frank, el revolucionario nihilista. Y por ello no vacila en matar a la vieja usurera que considera un parásito, "un piojo" (Parte V, cap. IV). Si Raskolnikov, como indica su nombre, simboliza la revolución, la vieja usurera por otra parte simboliza a la burguesía que explota la fatiga del obrero. "Para Marx -escribe Boris Litvinov- el mal es encarnado por la usurera asesinada por Raskolnikov". Pero para Dostoievski, como observa Jean-Marie Benoist, no hay, no es posible que haya justificación histórica para la revolución. Porque, en lo referente al mal, es mucho menor mal la usurera (es decir, la burguesía) que el medio adoptado para su supresión, es decir, la violencia".
Otros tipos de nihilistas, aparte de Raskolnikov, describió Dostoievski en su libro "Los endemoniados", que es una anatomía profética del nihilismo ruso, tal vez la más sistemática indagación de la referencia de este nihilismo a la ausencia de Dios. Porque, cuando se niega todo, todo valor de la vida, es de esperar que se niegue finalmente el valor supremo, que es Dios. Ninguno de los nihilistas en las obras de Dostoievski, como Raskolnikov, Kirilov, Stavrogin, cree en Dios. Y para cuantos no creen que existe Dios todo está permitido, según el axioma de Dostoievski. Desde este punto de vista, la cuestión principal en la mayoría de sus libros es, como él mismo refiere en una carta (25 de marzo de 1870), si existe Dios.
Esto en cuanto a la época en que estaba escribiendo aún "Los endemoniados", un libro que constituye la más perfecta expresión del nihilismo en relación con el rechazo de Dios, la rebelión, la revolución. Pero parece que después de este libro le llamó la atención el fenómeno de la conversión de muchos ateístas. Como dijo a su amigo A. S. Suvorin, con "Los endemoniados", en lugar de verse limitada su popularidad, como temía en un principio, encontró por el contrario mayor aceptación entre el público, y precisamente entre la juventud, que corría tras él para escucharlo y hacerle diversas preguntas. En aquella época recibió numerosas cartas y confesiones de jóvenes. Entre ellos se encontraba un joven, no creyente, de la Academia Teológica de San Petersburgo, A. A. Zelenetski, que después de una confesión suya a Dostoievski recobró su fe en Dios. De acuerdo con Iván Ivánovich Popov, que pertenecía a la izquierda, Dostoievski se ganó la simpatía de muchos de ellos, que lo saludaban cordialmente cuando aparecía en veladas literarias.
Este cambio en las relaciones de la juventud con Dostoievski tuvo lugar especialmente durante el último año de su vida. Esto se ve, por otra parte, por el gran número de jóvenes que asistieron a su funeral. El vizconde E. M. de Vogüé, entonces embajador de Francia en Moscú, que asistió a este funeral, lo caracteriza de verdadera "apoteosis". Como escribe en su libro, "Le Roman russe", entre los miles de jóvenes que seguían el cortejo fúnebre, se podía distinguir también a los "nihilistas, reconocibles por su atuendo extravagante y su extraña conducta, los hombres con el abrigo al hombro, con gafas y el pelo cortísimo las mujeres".
Esta conversión de los jóvenes se ve también en el velatorio de los jóvenes junto a su cadáver la noche anterior al entierro. El Metropolita de San Petersburgo, que vio a todos estos jóvenes arrodillados y rezando entre sollozos, dijo varios días después a la mujer y la hija de Dostoievski: "Me habían dicho que estos jóvenes eran ateos y odiaban nuestra iglesia. ¡Qué mágico poder debía tener Dostoievski para lograr traerlos tan cerca de Dios!".
Este amor, pues, y devoción de los jóvenes entre los que sin duda se contarían numerosos nihilistas, había sido advertido por Dostoievski mientras aún vivía. Y parece que esta consciencia es lo que le impulsó a decir a Nikolai Kasatkin, al encontrarlo en Moscú, que los nihilistas pronto se convertirían en personas religiosas y que ya habían superado los límites de sus intereses por el bienestar material y habían entrado en la "zona moral".
De acuerdo con Dostoievski, el último escalón para encontrar la fe en Dios es el ateísmo. Y no es improbable que en tales circunstancias muchos nihilistas encontraran a Dios a través de las obras de Dostoievski. Pero la mayor corriente del nihilismo parece que finalmente siguió su curso normal, concluyendo en la revolución. Esta revolución, en líneas generales, fue capaz de preverla Dostoievski en "Los endemoniados". Y tal vez en este libro se revele acertada otra previsión suya. Es decir, la vuelta del país a la Ortodoxia tras la prueba que habrá de pasar con los diversos "demonios" entrados en él, haciendo que se parezca al endemoniado de Gerasa. Porque sobre él vela, como cree Dostoievski, el Poder divino que lo curará finalmente, para sentarse "vestido con un manto y prudente a los pies de Jesús" (Parte III, cap. VII, § 2).
La misión en Japón
Aparte de la cuestión de los nihilistas tratada en su conversación por Dostoievski y Kasatkin, hablaron también de la misión en Japón. Es una cuestión que afectaba especialmente a Kasatkin. A cuanto refirió éste de su experiencia en este país, Dostoievski observó que desde luego debía haber bastantes dificultades en el proselitismo de sus habitantes al Cristianismo, ya que pertenecen a la raza amarilla.
En el discurso sobre Pushkin que el célebre escritor pronunciará una semana después de su encuentro con Kasatkin, aunque proclamará una unidad mundial en el nombre de Cristo, una unidad, pues, que incluya a los pueblos asiáticos, como Japón, tendrá sobre todo en cuenta a la comunidad europea dentro de la cual el orador destacará a su propio pueblo. "Entre todos los pueblos europeos -dirá, es tal vez sólo el pueblo ruso, con las excelencias de su corazón, el más destinado a llevar a cabo la unión mundial de los hombres, su unión en la hermandad" ("Diario de un escritor", agosto de 1880, cap. II). Por próxima que se encuentre la Rusia asiática de Japón, y aún más de China, sus habitantes pertenecen a una raza distinta. Y es tal vez esta diferencia la que hace aún más difícil el acercamiento entre estos pueblos y Rusia. Por ello, aunque amaron a Dostoievski tanto en Japón como en China, no han podido acercarse a él en la misma medida que en Europa.
Un ejemplo de cuanto decimos es el gran director de cine japonés contemporáneo, Akira Kurosawa. En su película "El idiota" (1951), basada en el homónimo libro de Dostoievski, a pesar de su inmensa admiración por el escritor ruso (fue su autor favorito), distorsiona la idea central del libro. Y ello, porque en su fe religiosa no se dan las condiciones necesarias. En el libro, cuando Ragosin pregunta al príncipe Mishkin "¿crees en Dios?", él responde: "La esencia del sentimiento religioso no tiene que ver con ninguna lógica, es inaccesible a todo ateísmo" (Parte II, cap. IV). En la película de Kurosawa, Ragosin (Akama) que tal vez pertenece al sintoísmo, con una multitud de "dioses", pregunta a Mishkin (Kameda): "¿crees en los dioses?". Y Mishkin responde: "No especialmente", sin seguir discutiendo el tema. Kurosawa, que es el director de la película, cierra la cuestión sobre Dios del mismo modo que la abrió. Pero de este modo destruye el sentido más profundo del libro, que viene expresado también en el título. Desde luego, Kurosawa destaca especialmente el sentido del título con la frecuente repetición de la caracterización "idiota" para el héroe de su película, presentando así la concepción de la sociedad sobre el bueno que es considerado como un "idiota", sobre la idiotez en general como insensatez. Pero no da ningún sentido simbólico a esta in-sensatez como "absurdo" ( parálogo ) en su sentido religioso. Lo parálogo (absurdo), pues, o mejor lo "ypér-logo" ( supra-racional ), lo incomprensible, que con su fe en Dios expresa el príncipe Mishkin. Y precisamente un personaje tal que con su llegada de otro mundo y su regreso a ese mismo mundo, a su propio mundo trascendental, es para Dostoievski "el Cristo ruso".
Tal vez las obras de Dostoievski, como "El idiota", sean el mejor medio para la difusión de la Ortodoxia en Oriente, y especialmente en Japón, que tanto amó al gran escritor. Pero no siempre. Porque deben darse las condiciones necesarias. Y éstas sólo pueden crearse mediante la preparación correcta y el contacto personal con sus habitantes. Es decir, mediante una misión sistemática, como la que llevaba a cabo Nikolai Kasatkin, el misionero y Arzobispo de Japón.
Un dato sobre Dostoievski
Tras su conversación con Dostoievski sobre su obra misionera en Japón, Kasatkin describe en su Diario al ilustre escritor como una "marcada personalidad, formal, de ojos orgullosos". Y termina señalando la ronquera de su voz y su tos, que le dieron la impresión de un enfermo de tuberculosis.
La verdad es que Dostoievski estaba enfermo. Pero no de tuberculosis, como le pareció a Kasatkin y como cree J. A. Myers en su libro "Fighters of Fate". Su verdadera enfermedad era de raíz cardiaca. Debía de sufrir, para utilizar la terminología moderna, insuficiencia cardio-pulmonar. Esta fue la enfermedad que le causó finalmente la muerte. A la primera hemorragia, presintiendo su inminente fin , pidió a su mujer que llamara a un sacerdote, para confesarse y comulgar. En media hora llegó el padre Megorski, a quien Dostoievski, como escribe su mujer en sus Memorias, "recibió tranquila y sosegadamente". Este sosiego lo mantuvo hasta su último momento. Murió el 28 de enero de 1881, ocho meses después de su encuentro con Kasatkin.
|