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EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO

 

EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO

Cristo y la Iglesia son un organismo humano-divino, un cuerpo humano-divino, cuya cabeza es Cristo, y su cuerpo "toda la Iglesia". La caracterización de la Iglesia como "cuerpo de Cristo" no es simplemente una imagen metafórica, sino que significa "el propio cuerpo de Cristo ontológica y absolutamente entendido". Porque, como dice San Juan Crisóstomo, Cristo "remite su propio ser a nosotros; y no solo por la fe, sino en la propia realidad hace de nosotros su cuerpo". Los creyentes quedan "incorporados a él y operan en su carne y como el cuerpo a la cabeza, así se unen" y de este modo a partir de todos se conforma "un solo cristo". "Todos sois un solo Cristo, siendo su cuerpo".

Para expresar más profundamente la unidad humano-divina de Cristo y la Iglesia, el Apóstol San Pablo llamará a la Iglesia plenitud de Cristo. "La plenitud de Cristo es la Iglesia. Pues la plenitud de la cabeza es el cuerpo y del cuerpo la cabeza; plenitud, es decir, como la cabeza es complementada por el cuerpo. Pues por todos está compuesto su cuerpo. Entonces se completa la cabeza, entonces se hace un cuerpo perfecto, cuando todos estamos por igual unidos y cohesionados".

El sentido de la plenitud comprende la caracterización de la Iglesia como "pueblo de Dios". A la plenitud de la Iglesia de Cristo pertenece todo el pueblo de Dios, "los fieles de todo el mundo que existen, han existido y existirán". Plenitud de Cristo significa también la unidad "en Él" del reino terrenal y celestial, que se manifiesta en la Santa Eucaristía.

De Cristo se inviste toda la Iglesia y cada uno de sus miembros mediante el Bautismo y a través de éste vive, porque Él "vive en Su cuerpo y el cuerpo vive por Él". "Pues él es nuestra plenitud, y camino y varón y esposo; y raíz y bebida y alimento y vida; y apóstol y jerarca y maestro, y padre y hermano y co-heredero, y compañero en la tumba y en la cruz; e intercesor y abogado nuestro ante el Padre; y casa e inquilino y amigo; y cimiento y piedra angular; y nosotros somos Sus miembros y cultivo y edificio y ramas y colaboradores".

Esta nueva relación de los hombres con Dios es vivida como una experiencia común en la unidad orgánica y el funcionamiento armónico de un solo cuerpo, -"Todos nosotros, en efecto, hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para constituir un solo cuerpo... Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo y miembros cada uno en particular" (Cor. I 12, 12 y ss.)- en el cual se renueva el "tiempo antiguo", y es celebrada y vivida por los fieles la nueva realidad en Cristo del mundo y se une el "ahora" con el "tiempo futuro" en la historia de la salvación (Rom. 5, 12-21).

De este modo, el Bautismo no es una cuestión entre el sacerdote y el bautizado, el comienzo de un camino personal, sino de toda la Iglesia, de toda la comunidad eucarística. "Cuantos hemos sido bautizados en Cristo Jesús, en su muerte hemos sido bautizados... y hemos sido injertados en él reproduciendo en nosotros su muerte" (Rom. 6, 3-5). Los Santos Sacramentos son oficios y expresiones orgánicos del Cuerpo de la Iglesia, como las partes del corazón, como las ramas del árbol, como los sarmientos de la vid, según señala expresivamente San Nicolás Cavasilas. Mediante el culto divino, en los santos sacramentos y las ceremonias sagradas, se celebra realmente el encuentro del hombre con Dios, la gracia no creada abraza y hace incorrupta a la naturaleza creada. Por ello el servicio cultual no es sencillamente una hermosa tradición ritual, sino la manifestación y realización de la vida verdadera a través de la dinámica de los "signos" del simbolismo realista de nuestra Iglesia.

Que Dios nos conceda que nuestra participación en los sacramentos de la Iglesia sea una participación de vida.

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